El jueves pasado comentamos en clase, un año más, el cuento “Sensini” de Roberto Bolaño. Además de hablar de cómo construye una voz narrativa que parece muy sencilla pero en realidad es poética y sofisticada, o de cómo trata su genealogía literaria y política a través de Antonio di Benedetto y su generación, pensamos juntos y en voz alta sobre cómo nos comunicábamos en el siglo XX y cómo lo hacemos en el siglo XXI. No en vano el relato pertenece al libro Llamadas telefónicas. El narrador dialoga con Sensini a través de largas cartas, cuya llegada a la casa del destinatario se convierte en una pequeña fiesta, íntima, a veces familiar. Hasta que esa comunicación se interrumpe y el protagonista de precipita en sus abismos.
Esa experiencia epistolar, como la telefónica, ha casi desparecido. El esquema de mi relación con mi amiga Sofía, con quien me reencontré el otro día en Alicante después de años sin vernos, resume la que todos mantenemos con tantas personas. Nos empezamos a enviar cartas a principios de los 90. Una década después pasamos al email. Y, hace unos años al WhatsApp. Nuestro cariño sigue intacto, pero sus formas de expresión son tan distintas que uno se pregunta hasta qué punto la forma influye en el contenido. ¿Habrán cambiado las nuevas tecnologías de la comunicación, con su instantaneidad, la materia misma de la amistad o del amor? Ahora un encuentro con un amigo o con un ligue no finaliza hasta que lo certificas con un mensaje (y un emoji o un sticker o algo), aunque en persona os despidierais, sinceramente, con palabras hermosas o un beso o un abrazo.
Cada vez me cuesta más contestar los emails, incluso los de trabajo. Es como si el correo electrónico fuera el epílogo de treinta años de los más de dos milenios de la epistolaridad; un epílogo que se está acabando. Tal vez por esa mezcla de melancolía y extrañeza, el otro día hice algo que nunca había hecho. Copié los mensajes instantáneos que me había enviado un amigo escritor de sesenta y pocos años, con quien hasta hace nada nos habíamos comunicado exclusivamente por email, los pegué en un correo y me lo envié a mí mismo con su nombre en el sujeto. Quiero conservarlo. Supongo que esta newsletter responde a esa misma voluntad de diálogo escrito y elaborado; de memoria; de escrituras y envíos y buzones, aunque sean digitales. Algo y es algo.
UN LIBRO
Fuera de campo, de Graciela Speranza (Anagrama)
En la misma clase del Máster en que leemos “Sensini”, como Bolaño se representa a sí mismo como un “novelista argentino”, les hablo de este magistral ensayo sobre Duchamp en Buenos Aires y la literatura argentina según la perspectiva duchampiana (Borges, Cortázar, Puig, Piglia, Borges). Brillante.
UNA SERIE
Shatter Belt (Filmin)
James Ward Byrkit, director de Coherence, se atreve a hacer una serie antológica de ciencia ficción al estilo de Black Mirror, pero un poco más conceptual y alocada. Es irregular, pero sus cuatro episodios contienen grandes momentos, buenas ideas: merece la pena.
UNA PELÍCULA
Fremont, de Babak Jalali
Un retrato muy delicado de una inmigrante afgana en la Costa Oeste de Estados Unidos, con buenas dosis de ironía y una planificación perfecta en blanco y negro. La fábrica china de galletas de la suerte es todo un hallazgo.
UN PODCAST
Titania (Podium Podcast)
La segunda temporada de esta premiada ficción sonora empieza con dos episodios espectaculares: uno metacultural y el otro de acción (terrestre y subacúatica). De escucha obligada.
UNA WEB
La genial diseñadora de nuevos materiales Neri Oxman ha creado una empresa y su página web es una maravilla. No hay que perderse el uso de bailarines en los videos.
LA FIRMA: El periodista cultural y escritor barcelonés Sergio Vila-Sanjuán, que acaba de publicar Cultura española en democracia, una informada y sintética crónica, en forma de cronología, que bebe de su experiencia directa de casi medio siglo como profesional, selecciona estos siete títulos imprescindibles sobre historia de la cultura: GiorgioVasari, Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, 1550 (El Renacimiento, de primera mano; el libro que Josep Pla consideraba imprescindible haber leído); Johann Huizinga, El otoño de la Edad Media, 1919 (En torno a los grandes pintores borgoñones, una civilización fastuosa; relato elegante y atmosférico, una delicia); Claudio Magris, El Danubio, 1986 (Viaje cultural por la Europa central, aún parcialmente comunista, que cambió la manera de escribir ensayo); Carlos Fuentes, El espejo enterrado, 1992 (El gran escritor mexicano afronta el reto de explicar, en el Quinto Centenario, la cultura hispanoamericana en su conjunto, sin tópicos y sin resentimiento; más necesario que nunca); Orlando Figes, El baile de Natacha, 2007 (La fascinación, extensión y enigma de la cultura rusa); Mary Ann Caws, Encuentros creativos, 2021 (Una original aproximación a través de los puntos de encuentro, europeos y americanos, de los grandes creadores culturales); y José Enrique Ruiz-Domènec, Un duelo interminable: La batalla cultural del largo siglo XX (1871-2021), 2024 (Este otoño nos trae la obra maestra del mejor historiador cultural español en activo, y hay que celebrarlo).
Este fin de semana Samuel & Beckett ha aparecido en Babelia, de El País, como uno de los cómics destacados de octubre (según Álvaro Pons); y, en el suplemento cultural de La Verdad, Las huellas ha sido el libro de la semana (reseña de Jesús Montoya). La novela gráfica que hemos publicado Javier Olivares y yo, además, ha sido objeto de varias entrevistas y reseñas (aquí el link de El Periódico, el de Zona Negativa y el de Jot Down).
El sábado pasado mi entrevista a Martín Caparrós fue portada de Cultura/s de La Vanguardia. Está en la web en abierto. Es uno de los trabajos periodísticos que más me ha costado hacer en toda mi vida. En el mismo diario publiqué también esta columna sobre la conferencia coreografiada.
Si estás en Salamanca, el miércoles presento con Paqui Noguerol Las huellas en Letras Corsarias. Es la última presentación de una gira que empezó en agosto en México. Ahora el libro debe encontrar solo a sus lectores. Si lo has leído, me encantará recibir una carta electrónica sobre tus impresiones.
Gracias, lo digo en serio, por abrir este email. Regresaré a tu buzón de correo electrónico el domingo 10 de noviembre. Buenos días y mucha suerte: la estamos necesitando.