Esa foto no debería haberla tomado. Y no sé si puedo publicarla. La sensación de clandestinidad me acompaña desde aquel día en Capri. La sensación de haber sido un niño malo; o, peor, de haber actuado como un pobre a ojos de la dueña de la casa.
La cuestión es que en septiembre de 2017 publiqué en el New York Times una larga crónica titulada Los perros de Capri, que después formó parte de Contra Amazon y que Marilena tradujo al italiano y el pequeño sello editorial de la librería Dante & Descartes publicó en Nápoles. Cuando fui a Capri por primera vez, leí a Curzio Malaparte y vi su famosa casa de lejos no sabía que pertenecía todavía a la familia del escritor maldito. Él declaró que se la dejaría, tras su muerte, a la China de Mao. Pero no, se la dejó a sus herederos legítimos. Y de pronto, tras un email, estaba yo a bordo de una lancha privada que me había recogido en el puerto de la lujosa y bellísima isla y me llevaba hasta el embarcadero de la “Casa como me”.
Bajo un sol también de lujo, una pareja de mayordomos filipinos, que vive allí todo el año, me acompañó hasta el salón y me dijo que enseguida me recibiría la señora. Yo, deslumbrado, hice lo que haría cualquier persona que de pronto ha penetrado en el interior de uno de sus mitos y tiene un teléfono móvil en el bolsillo. Y enseguida me arrepentí, porque los mayordomos me dijeron que no estaba permitido hacer fotos. Y la señora, en cuanto llegó, me dijo que no entendía la vulgaridad de esas personas que hacen fotos de todo, en vez de aprovechar, con los ojos abiertos de par en par, la oportunidad que el mundo nos brinda con su belleza.
Después de sonrojarme y de tragar saliva, todo fue a la perfección. Conocí el inolvidable estudio de Malaparte, en el que las estanterías para los libros están debajo de un escritorio kilométrico, para que no haya obstáculo alguno que impida ver una panorámica de más de 180 grados. Al parecer, el escritor iba moviendo la silla a lo largo de la mesa infinita a medida que pasaban las horas y cambiaba la orientación de la luz solar. Almorzamos en el pequeño comedor, menos propio de una mansión que de un barco. Subí por las escaleras de El desprecio, de Godard. Incluso nos bañamos antes de que la lancha volviera a recogerme y todo quedara atrás, como un sueño.
Al menos media docena de fotos robadas demuestran que no lo fue, pese a su aura un poquito avergonzada.
UN LIBRO
Cada uno es mucha gente, de Pablo García Casado
Visor
Me entusiasman los poemarios de Pablo. Es uno de los grandes poetas españoles (y un privilegio cenar con él cuando visito Córdoba, cada dos o tres años). En su nuevo libro he escuchado ecos de Jaime Gil de Biedma y de Walt Whitman; y me he reconocido en las reflexiones y las metáforas sobre ser padre y sobre ser hijo. Son versos fuertes, de una sinceridad que duele, también en prosa. Son páginas con verdad y memorables.
UNA PELÍCULA DOCUMENTAL
Carrère, el escritor y el asesino (Filmin)
Un excelente ensayo y documento sobre El adversario, con ideas poderosas, como que el asesino necesitaba el libro para entender su propia historia, que para él era un misterio; o que en la primera página del libro el autor encontró su voz y su género, que no era, como pensaba hasta entonces, la novela. Plantea muchas más preguntas, no obstante, de las que responde.
UNA SERIE
Dying for Sex (Disney+)
Comedia negra pero luminosa, basada en un podcast documental, sobre una mujer de mediana edad que decide asumir que se va a morir de cáncer haciendo realidad sus fantasías sexuales, de modo que entra en un tobogán de experiencias y de autoconocimiento. Muy potente, dura, tierna.
UNA EXPOSICIÓN
El hueco, de Santiago Reyes Villaveces
Visité en Bogotá esta instalación de gran formato, en la galería Santa Fe, de uno de los candidatos al premio Luis Caballero de este año. Me gustó muchísimo. Se trata de la reproducción a escala real de las decenas de tipos de suelos y de anomalías y de obras por las que camina cualquier persona en la capital colombiana. Una especie de resumen en bruto de la ciudad. Arte conceptual pero matérico. Una invitación al paseo interrumpido; a pensar con los pies, muy en serio.
UNA WEB
Edición en español de esta extraña y fascinante revista académica que publica piezas visuales en varios idiomas. Algunas en formatos tradicionales, como el video, otras en formas inesperadas, como el zoom. Ensayos expandidos, pistas para seguir innovando en la no ficción del siglo XXI.
[IMAGEN + PALABRAS]
[Por Laura Fernández, cuyo último libro publicado es Hay un monstruo en el lago. El mundo como lugar fantástico]
He aquí la casa. Se encuentra junto a la esclusa Dochgarroch, el lugar del que partió el crucero que me permitió escribir Hay un monstruo en el lago, ese diminuto ensayo sobre lo que el ser humano es en tanto especie narrativa, la única, que sepamos, que existe. El crucero era un crucero por el famoso, y misterioso, loch Ness. El loch que cubre una falla terrestre —con su agua de aspecto sólido, lo que parece algún tipo de viscoso petróleo— y que tal vez esté habitado por un monstruo. Un plesiosaurio. Pero, la casa. ¿Saben qué fue lo primero que me dijo mi hija de, entonces, nueve años cuando le dije que ese verano iríamos al famoso lago? Me dijo (NUNCA HE VISTO UN DINOSAURIO). Y yo le dije que yo tampoco. (YA) (PERO YO NO QUIERO VERLO), me dijo luego. Porque (¿Y SI NOS COME?), me preguntó. Sonreí. El final de mi diminuto ensayo está íntimamente relacionado con esa casa que ven ahí arriba, y con esa pregunta de mi hija. En la casa, la única que había en los alrededores —una casa con vistas al loch Ness, y al lugar en el que los turistas embarcan a diario, no demasiadas veces, pero las suficientes como para volverse una rutina, un dondelillesco ruido de fondo—, una mujer mayor hacía su propia miel. Oh, no la hacía ella, la hacían sus abejas. Me fijé en ellas antes de embarcar. ¿Qué clase de extraño ser eran? ¿Cómo de fantástico podía resultarle a alguien que nada supiera de su comportamiento antes? Pensé en mi hija, que finalmente rehusó participar en el crucero, convencida de que aquella cosa, el (MONSTRUO), podía comérsenos, porque, he aquí lo que ocurrió, nada la había tocado aún, ni la posibilidad de que no existiesen los dinosaurios, ni el convencimiento —previa construcción del mito para siempre marcado por el estreno, el mismo año en que se popularizó, o quiso hacerlo, de King Kong, el monstruo incomprendido, el monstruo bueno— de que Nessie, de aparecer, resultaría inexplicablemente inofensivo. ¿Qué somos cuando aún somos únicamente nosotros mismos? Oh, sin duda, también, animales fantásticos, quién sabe qué, puro misterio, y uno que puede asombrarse, que nunca debería dejar de hacerlo.
El día de Sant Jordi me entrevistaron en Efecto Döpler de Radio Nacional sobre Librerías.
Se ha publicado el episodio del podcast colombiano “¿Por qué gastamos?” dedicado a los libros, en el que también me entrevistan, que ha coincidido por pura casualidad con mi viaje a Bogotá y Cali, donde hubo más conversaciones (como esta en El Tiempo). Me sentí muy acompañado por mis lectores colombianos (varios de este boletín), dediqué muchos libros, disfruté la existencia de la edición local de Librerías (mi único libro no importado y, por tanto, con precio más que razonable) y te recomiendo que veas, si estás en Instagram, el video de la preciosa presentación con Ana María Aragón en Casa Tomada.
Después de varios meses perdido, reapareció el audio de esta conversación mexicana de mediados de 2024 sobre Las huellas. Todo vuelve.
Ya se puede ver, editado, el video de “Mopi”, el homenaje que le hicimos en el Ateneo de Madrid a Martín Caparrós.
“Más influencia y menos cantidad” es el título de mi nueva columna en Mundo Diners de Ecuador. Y aquí están mis textos para La Vanguardia, entre los que a mis ojos destaca “Leer juntos”, la columna que le dediqué a la experiencia de compartir la lectura con mis hijos.
Acabo de volver de los encuentros Albert Camus de Menorca. Maravillosos.
El próximo jueves 15 de mayo se inaugura en el Palacio de Carlos V de Granada la exposición de pinturas de Cristina BanBan Lorquianas, en la que he colaborado con estos textos. Y el 20 de mayo participaré también en este evento sobre podcast y ciencia en Cosmocaixa. Por allí, si se da la oportunidad, nos vemos.
Gracias por la atención, la lectura. Si te gusta “Solaris”, recomiéndalo compartiendo este link. Y mucha suerte, la estamos necesitando. Un abrazo,