El jueves pasado conversé con Mario Cuenca Sandoval en la librería República de las Letras de Córdoba sobre Bartleby y compañía, la magnífica novela de Enrique Vila-Matas. En algún momento surgió el tema de la paternidad. De los escritores sin hijos y con hijos. Y la cabeza se me fue a la escritura de Barcelona. Libro de los pasajes, el proyecto en el que trabajaba cuando nacieron, con un año y medio de intervalo, Francesco y Marco.
Fue un proceso traumático. Yo llevaba toda la vida con la literatura dentro. Nada ni nadie -los viajes, los estudios, las mudanzas, el amor, la tesis doctoral, el periodismo, la docencia- la habían desplazado. Y durante aquellos meses de 2016 sentí en mí, inesperada, la violencia de un desplazamiento. Entendí de pronto a los grandes escritores del siglo XX que habían prohibido a sus hijos que entraran en su estudio, pese a que siempre había sentido mucha más simpatía por los que habían en cambio dejado las puertas y jugado mucho con ellos, como James Joyce. Entendí la puerta cerrada: negarse a aceptar el cambio radical que lo sacudía todo. Yo, por supuesto, la abrí. Y asumí, con miedo pero feliz, las consecuencias.
Acepté los nuevos horarios. Me acostumbré a los parques, al Lego, más tarde al ajedrez, el Carcasonne, el Virus, ahora el Trivial o los videojuegos. Desde 2017 he escrito sobre todo en la mesa del comedor, a solas cuando están en el colegio, a su lado mientras dibujan, hacen los deberes o ven la tele. Para mi sorpresa, después de tanto tiempo escribiendo en monasterios, hoteles, casas prestadas o cafés, creo que ha sido en esa mesa de madera del barrio del Poblenou donde he dado forma a mis mejores ideas, donde he escrito mis mejores textos. Gracias a que preferí sí hacerlo.
Como en la relación entre padres e hijos, al igual que la literatura, late el conflicto desde siempre, dentro de unos años les pediré que lean estas líneas y me digan qué recuerdan y qué opinan al respecto. Imagino a toda una generación de hijos de escritores y escritoras que, en vez de recordar a sus padres tras las puerta cerrada, dirán que estaban permanentemente abismados en sus pantallas.
UN LIBRO
El africano, de J.M. Le Clézio
Adriana Hidalgo Editora
Un impresionante perfil biográfico sobre el padre del escritor francés, que era médico en África y, cuando regresaba a Europa, arrastraba la tristeza del desarraigo.
UNA PELÍCULA
La Memoria Infinita, de Maite Alberdi
En Filmin
Nunca olvidaremos a Augusto, reducido por el Alzheimer, y a Paulina, su esposa empeñada en que recuerde todavía. Una gran historia de amor sin hijos propios. Un documental realmente memorable.
UN PÓDCAST
Anguita y Julio
Cordópolis y Eldiario.es
Un retrato biográfico del coherente y carismático político español, a través sobre todo de las voces de sus amigos, compañeros, hermanos e hijos.
UNA SERIE
Such Brave Girls
En Filmin
Dos terribles hijas adolescentes y su madre desesperada por tener pareja conforman la familia más disfuncional de la televisión británica de hoy. Rabiosa y divertida.
UNA WEB
Hace más de 120 años los mormones se propusieron, ni más ni menos, que hacer el árbol genealógico de la humanidad. Han recopilado actas de nacimiento y de muerte en los cinco continentes. La web te ofrece, a partir de los datos de que dispongas, ayudarte a hacer tu árbol genealógico. Evidentemente, los datos ayudan también a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Quid pro quo.
LA FIRMA: El escritor Agustín Fernández Mallo, que acaba de publicar en Seix Barral su libro Madre de corazón atómico, en el que habla con inteligencia y tacto sobre la muerte de su padre al tiempo que realiza una retrospectiva de propios sus proyectos artísticos (como señalé en mi columna del miércoles), destaca la importancia de estas cuatro lecturas sobre padres y madres, y sobre duelos: La invención de la soledad, de Paul Auster; Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente; La ceremonia del adiós, de Simone de Beauvoir; y Diario de duelo, de Roland Barthes.
Esta semana han llegado a librerías la cuarta edición de Contra Amazon (que incluye cinco nuevas crónicas y ensayos sobre bibliotecas, librerías y literatos, escritos durante los cinco años que han pasado desde la publicación original) y la tercera de Barcelona. Libro de los pasajes. En septiembre Galaxia Gutenberg publicará en un único volumen, titulado Las huellas, la tetralogía compuesta por Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos, que concebí hace quince años como una unidad. Y en 2025 editará Librerías. Así toda mi obra empezará a estar reunida en una única casa editorial. La mía.
“Gemelos digitales” (aquí tienes el link) sigue sumando oyentes. Y Ovejas eléctricas, telespectadores (los cinco episodios emitidos se pueden ver en RTVE Play; el martes a las 23 horas se emite el sexto).
Además de la columna de La Vanguardia sobre el tacto y el contacto, linkeada más arriba, aquí tienes los hipervínculos a mi reseña del nuevo ensayo de Naomi Klein; mi columna “Imperialismo digital” de la revista ecuatoriana Mundo Diners, y mi reseña en Cuadernos Hispanoamericanos de los dos últimos libros en prosa de María Negroni.
Del 10 al 14 de mayo estaré en Santiago de Chile presentando Membrana, Todos los museos son novelas de ciencia ficción y Los campos electromagnéticos. Más detalles en el próximo boletín.
Este mes de mayo sólo habrá una entrega de esta newsletter, la que has leído, porque en mayo empezó el buen tiempo y mis hijos quisieron salir los sábados y los domingos por la mañana a pasear en bicicleta. Espero que sepas comprenderlo. Hasta el segundo domingo de junio, si la maravillosa paternidad me lo permite. Y gracias por tu lectura.