He estado tres veces en Israel. La primera vez fui a ver con mis propios ojos qué había pasado con el mundo que había conocido a través de varios de mis maestros (Stefan Zweig, Walter Benjamin, W.G. Sebald) en su tránsito del Viejo Continente al nuevo Estado. Me encontré con un país tenso, que se resiste a la interpretación, que ha normalizado lo que nunca debería ser considerado normal. Pero sólo hice turismo. Las otras dos veces sí investigué y descubrí también Jordania y Egipto. Recorrí gran parte del Muro, hablé con palestinos de Belén, con representantes de ONGs, con un sionista extremo, asistí a la demolición de una casa en la periferia de Jerusalén. Mi opinión es que no hay solución posible. No obstante, pese a los viajes y las entrevistas y las lecturas, lo que sé sobre ese país binacional lo aprendí sobre todo en casa, durante la pandemia.
Se me ocurrió compartir mi biblioteca con los vecinos del edificio. Si alguien buscaba lectura, me lo decía por WhatsApp, seleccionábamos uno o varios títulos, yo se los llevaba a la puerta de su casa, tras desinfectarlos, y ellos los leían. En aquella época todavía se pensaba que el virus se contagiaba por contacto, de modo que también poníamos los libros en cuarentena. Fue una buena experiencia. Mario Tascón me propuso que hiciéramos un cómic, unas instrucciones para compartir tu biblioteca con tus vecinos. De modo que, con Rafa Hohr, nos pusimos manos a la obra. Y al cabo de unos días compartimos en redes la idea. Y hubo quien nos imitó en varias ciudades del mundo. Y algún medio se hizo eco de ello. Y la idea se difundió. Y la recepción fue muy positiva.
Menos en algunos casos. Como el de un par de personas que, descubrí en Twitter, esa gran conversación, ese gran vertedero: una le decía a la otra que deseaba que alguno de mis vecinos se contagiara por culpa de mis libros; nos deseaba enfermedad y, supongo, muerte. Ese odio radical está ahí, en el núcleo profundo de lo humano. Ese fanatismo también nos constituye.
UN LIBRO
La nación y la muerte, de Idith Zertal
Gredos
Tal vez el mejor ensayo que he leído sobre la historia de Israel. También es el más crítico: demuestra que, desde sus orígenes, el Estado instrumentalizó la Shoah, para justificar sus propias violencias.
UN CÓMIC
Una judía americana perdida en Israel, de Sarah Glidden
Norma
Todos los jóvenes judíos del mundo tienen derecho a un viaje a Israel de diez días, gratuito. Glidden narró en viñetas su experiencia, con sus contradicciones.
UNA PELÍCULA
Munich, de Steven Spielberg
La soberbia crónica del atentado que sufrió la selección olímpica israelí en la ciudad alemana, a manos de una facción de la Organización para la Liberación de Palestina.
UNA SERIE
Valley of Tears
HBO
Una impresionante serie bélica que narra la guerra de Yom Kippur, en 1973, con hincapié en su lado más sangriento y salvaje. La nueva guerra ha llegado exactamente medio siglo después.
UNA WEB
Los colonos y los ultraortodoxos constituyen los dos segmentos de población más preocupantes para la democracia laica en Israel. Mientras que éstos viven, sobre todo, en los barrios más tradicionales de las ciudades; aquéllos ocupan espacios de frontera, a menudo expropiados o robados a ciudadanos palestinos. Este vídeo cartográfico de Forensic Architecture y B’Tselem, el centro israelí de información sobre derechos humanos en los Territorios Ocupados, muestra la fragmentación que hace tan difícil, casi imposible, crear una frontera entre los dos estados. Porque ahora son dos archipiélagos.
LA FIRMA:
La gran ensayista argentina Graciela Speranza, cuyo último libro es Lo que no vemos, lo que el arte ve (Anagrama), recomienda diez títulos imprescindibles sobre arte contemporáneo: Conversaciones con Marcel Duchamp, de Pierre Cabanne; Contra la interpretación, de Susan Sontag; Selección de escritos, de Robert Smithson; La originalidad de la vanguardia y otros mitos modernos, de Rosalind Krauss; Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, de Georges Didi-Hubermann; Sobre los artistas (Vol. 2), de John Berger; Radicante, de Nicolas Bourriaud; Infiernos artificiales: Arte participativo y políticas del espectador, de Claire Bishop; Sobre el arte contemporáneo, de César Aira; y What Comes after Farce? Art and Criticism at a Time of Debacle, de Hal Foster.
Palestina en pedazos y Avidez, los dos nuevos libros de Lina Meruane, son la percha de actualidad de esta columna que publiqué el viernes en Infobae sobre el conjunto de su obra. La semana pasada también escribí sobre literatura: diez reseñas de libros recientes de fuere impronta experimental (aquí). Mi columna quincenal en La Vanguardia se la dediqué a la brillante opera prima de Xavier Nueno, Una breve historia del exceso de información, y otros metalibros de la editorial Siruela (aquí). Ha sido una quincena muy literaria.
También lo será la próxima. Después del viaje por Portugal para presentar Contra Amazon, durante los próximos quince días no me moveré de Barcelona. El lunes me entrevistan en La Ventana de la Cadena Ser sobre librerías y bibliotecas. El martes presento, en el ciclo Cafés Literarios de Casa Seat, al escritor andaluz Antonio Soler, a las 19 horas (registro aquí). El viernes, 27, a las 17.30, en el Festival Kosmópolis del CCCB presentaré el nuevo proyecto del Taller Estampa (mis socios en Los campos electromagnéticos). Y el domingo es el décimo aniversario de la librería Nollegiu del Poblenou y estaré con Sagar dedicando ejemplares de El Museo. Y el viernes 3, a las 16 horas de Argentina, las 21 de España, daré una conferencia sobre escrituras artificiales en el Festival Nave.
Me están llegando e-mails preciosos que responden a esta newsletter y la comentan. En algunos se habla de mis libros, artículos o pódcasts. Estoy guardándolos con la intención de hacer una edición especial de “Solaris” en clave de meta-boletín. Por si te animas.
Muchas gracias por tu atención, un regalo. Si te gusta este envío quincenal, recomiéndalo a tus amigos lectores. Regreso a tu buzón de e-mail el 5 de noviembre. Buenas lecturas,