Durante nuestro largo viaje, Julio y Dante se quedaron solos en casa. Supongo que, aunque desordenaron y derramaron y dejaron rastros evidentes de su descontento con la soledad por todas partes, nos echaron mucho de menos, porque desde que volvimos nos buscan, se dejan hacer, nos ronronean con una intensidad hasta ahora desconocida. Su actitud actual roza el milagro. Julio no se queja nada de nada cuando le cortamos las uñas. Dante, que siempre ha sido esquivo, permite que lo acunemos y permanece en nuestros brazos sin hacer amago continuo de huida. Quién los ha visto y quién los ve.
Como demuestran los textos recogidos en El gran Libro de los Gatos (Blackie Books), nuestra fascinación por los felinos es antigua y ha tendido siempre a la representación. El gesto que empezó con la divinización gatuna en el Antiguo Egipto pervive en las fotos y los vídeos que inyectamos continuamente en nuestras redes sociales. Compartimos esos documentos de nuestro archivo personal, esas imágenes de nuestro álbum familiar, porque las mascotas pertenecen a nuestro espacio íntimo.
Dante siempre deja su patita blanquinegra colgando, como al descuido, con una profunda elegancia. Julio siempre ha tenido una gatunidad (ya que “personalidad” viene de “persona”) fuerte, que hace que sientas su presencia incluso cuando se queda en un rincón, esfinge o gárgola, observándote. Me fascina que, después de tantos siglos de domesticación, después de tantas castraciones y violencias sufridas, los gatos mantengan su independencia o dignidad y sean capaces de establecer con nosotros esas poliédricas simbiosis, sin perder nunca la compostura. Como dice Carl Va Vechten en El tigre en la casa. Una historia cultural del gato (Sigilo): “Pueden ser aniquilados, pero nunca serán serviles o banales. El gato jamás es vulgar.”
Vivimos en la época de las transiciones múltiples: los gatos han pasado de ser mascotas a especies compañeras; de ser animales a ser no humanos. La dependencia es mutua. Son elementos fundamentales de ese espacio físico y emocional, nido de energías difíciles, refugio contra las inclemencias, que llamamos hogar. Se entremezclan en nuestras redes sentimentales, en las tantas formas del poliamor.
UNA NOVELA
El señor peludo, de May Sarton (Gallo Nero)
Esta historia de la transición de gato callejero a gato de salón está inspirada en la historia real del señor Peludo, que fue en realidad Tom Jones, la mascota de la autora. Un librito tierno. Un clásico de la literatura gatuna.
UN CÓMIC
Maus, de Art Spiegelman (Planeta)
Obra maestra de la literatura gráfica, del testimonio en viñetas, cuenta en clave de fábula realista la historia de la segunda guerra mundial y del exterminio nazi a través de personajes que son gatos o ratones. Brutal.
UNA PELÍCULA
Haru en el reino de los gatos, de Hiroyuki Morita (Studio Ghibli)
Un precioso viaje al reino de los gatos, al que podemos acceder gracias a que todo el catálogo del Studio Ghibli se encuentra disponible en plataformas, lo que ha permitido un acceso inesperado y global a uno de los grandes imaginarios de este cambio de siglo.
UN PÓDCAST
Selección natural, de Julio Rojas (en Spotify)
El autor de Caso 63 repite fórmula y la mejora: una voz masculina y otra femenina, un humano y una inteligencia artificial, conversan sobre la singularidad con una tensión magistral entre el amor y la violencia. Lo no humano como más que humano.
UN LINK
Es impresionante la capacidad de los gatos para conquistar esferas virtuales. La inteligencia artificial generativa no es una excepción. No hay más que ver esta galería de felinos creados por arte de algoritmo.
LA FIRMA: La escritora uruguaya Eugenia Ladra, que ha debutado con la fenomenal novela Carnada (Criatura Editora / Tránsito), ha preparado esta lista de 10 recomendables ficciones sobre infancias, adolescencias y violencias (el tema de su libro): “1. Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor: Una avalancha, un terremoto, una clase magistral sobre cómo ahogar al lector y que, aún así, siga leyendo; crudeza y sordidez para relatar adolescencias torcidas; 2. La insumisa, de Cristina Peri Rossi: Infancia, deseo y conflicto; y Peri Rossi escribiendo desde la memoria, porque no se necesita más nada; bueno, quizás sí: unos pañuelitos descartables; 3. Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara: La violencia hecha belleza en prosa, con un universo inmenso y propio, construido sobre retazos de la historia argentina y otras formas de contar el pasado; 4. Nancy, de Bruno Lloret: De atrás hacia delante, Nancy recuerda, mientras se la come un cáncer, piensa en su infancia, en su adolescencia y en el desplazamiento; y hace cruces: cruces que son marcas en el texto y cicatrices en la historia; 5. Desierto sonoro, de Valeria Luiselli: Un libro sobre cuerpos migrantes y relaciones familiares, un archivo, un inventario, una larga lista de referencias donde también hay dos niños perdidos en el desierto; 6. Prontos, listos, ya, de Inés Bortagaray: Nada como un viaje en carretera para pasarse al asiento de atrás e ingresar al pensamiento de una niña deseosa de llegar a casa; 7. Enero, de Sara Gallardo: Una primera novela como un rayo; el campo argentino es el escenario, una adolescente llamada Nefer es la protagonista y lo que crece entre las plantaciones es la angustia.
8. Los pasajes comunes, Gonzalo Baz: Un complejo de viviendas en Montevideo, la crisis que azota al país, el tiempo de la adolescencia, el barrio como un mundo, los pasajes que son caminos sin salida. 9. Acostarse a la orilla de una tajadura, de Alejandra Gregorio: Dramaturgia sobre un niño que son dos, o que es uno y su sombra; la naturaleza corrompida; el quiebre de una familia; personajes que se vuelven carne y hueso. 10. Lo más grande que yo jamás vi, de Catalina Torres: Poesía narrativa —muy narrativa, hermosamente narrativa— sobre la infancia, la memoria y la ruptura con el género. ¿Qué es ser normal? ¿Cómo se conforma una familia normal? ¿Qué es un recuerdo?”
Han sido quince días intensos. Tras presentar Las huellas en Ciudad de México, lo hice también en Barcelona. Muchísimas gracias a todos los que vinieron. Y a todos los que están leyendo la novela en otras partes. En el suplemento cultural del ABC se publicó su primera reseña: “Una tetralogía que a la vez es un mapa (…). Un gran libro”. Y en el suplemento Abril de El Periódico del España, este perfil de su autor. Esta semana, en cambio, he estado en Uruguay presentando Membrana y Todos los museos son novelas de ciencia ficción, porque hacía muchos años que no visitaba el país. La Feria del Libro de San José ha tenido la amabilidad de reproducir la instalación sobre mis proyectos sobre IA que diseñó y produjo en junio el Núcleo Milenio-FAIR en Santiago de Chile. Con la gran periodista argentina Silvia Bacher, hablé sobre ellos en el teatro de la ciudad; también participé en entrevistas públicas y en una charla con el librero Álvaro Risso y con Valentín Trujillo, director de la Biblioteca Nacional, sobre espacios librescos. Y en la librería Escaramuza de Montevideo, presenté mis novelas con Nicolás Tabárez y la librera Soledad Tejeda. Brindamos con el vino maragato que me regalaron en San José.
Aproveché el viaje para escribir un reportaje para La Vanguardia sobre el 150 aniversario del nacimiento del gran artista Joaquín Torres García que se publica hoy. La semana pasada apareció también esta columna sobre Juan Trejo y esta otra, en Mundo Diners, sobre el tiempo cada vez más corto que media entre un hecho violento y su aparición en series, películas o libros (que no te dé pereza entrar en este link: los artículos sólo tienen sentido si son leídos).
Regresaré a tu buzón de correo electrónico dentro de quince días. Cuídate mucho. Y, si te apetece, háblame de tus gatos.