La semana pasada le pregunté por WhatsApp a uno de mis mejores amigos qué hacía y me respondió que estaba trabajando; y le dije que los domingos no se trabaja, sin ser consciente de que yo, mientras los canelones se hacían al horno y los niños jugaban a videojuegos, estaba aprovechando para escribir un artículo.
Se ha vuelto muy normal recibir e-mails de trabajo los domingos por la tarde. Es el momento de ponerse al día. Los docentes corrigen. Los que tienen miles de reuniones durante la semana contestan correos electrónicos. Los que hace tiempo que confundieron el placer con el trabajo, el ocio con el negocio, aprovechan para tomar notas, preparar clases o conferencias, ver películas o series o leer libros que reseñará. Hablo en tercera persona para no ponerme a llorar, claro. A veces echo de menos los tiempos en que escribía regularmente sobre series, los tiempos de Teleshakespeare, porque podía disfrutar sin sentirme culpable. El colmo.
A veces imagino un mundo previo a internet. Un mundo en el que las cartas tardaban días o semanas en llegar. En que había que hacer fotocopias de los informes y enviarlos por correo. En el que no estabas disponible si no te encontrabas cerca de un teléfono (todos eran fijos). En el que la tecnología imponía unas velocidades que ahora percibimos como lentas. Todo lo que llegó para agilizar y aligerar tareas ha comportado nuevas formas de dependencia, sino de esclavitud. No hay herramienta que no tarde en traicionar su razón de ser: las redes sociales nacieron para el cultivo de la amistad y se convirtieron rápidamente en plataformas del ego o de la proyección laboral; WhatsApp pertenecía a la esfera privada y ahora también es un canal de trabajo (y de chateo con la IA); LinkedIn era profesional y ahora ya no sabe ni lo que es. En todas prima la confusión entre lo íntimo y lo público, el placer y el deber.
Dios, supuestamente, descansó al séptimo día. El sindicalismo y el marxismo lograron hace un siglo y medio que se fueran fijando lentamente jornadas laborales que nos dejaran el fin de semana para cargar de nuevo las baterías. La sociedad del bienestar ha hecho de la conciliación su talismán. Y nosotros, tras tantas conquistas, nos autoexplotamos los domingos. Y, encima, a veces, lo hacemos felices. Por ejemplo, escribiendo newsletters como esta, sin más sueldo que el del amor al arte. Madre mía.
UN LIBRO
Las fuerzas débiles, de Elisa Díaz Castelo y Adalber Salas
Vaso Roto
Coincide en librerías este poemario con Una belleza terrible (Galaxia Gutenberg), la novela que han escrito a cuatro manos Edurne Portela y José Ovejero, pero si en el libro en prosa se confunden las voces, en este poemario en cambio encontramos al final de cada pieza las iniciales de quien los ha escrito. Se trata de ensayar tonos y formas a partir de temas científicos, sobre todo de la física cuántica y la astronomía: “los neutrinos están por todas partes · atraviesan / fronteras y murallas · sus años son de luz / y están oscuros”.
UN PODCAST
La casa grande
Los premios deben ser, sobre todo, prescriptores. Gracias al Ortega y Gasset he escuchado este programa de Isabel Coello sobre la violencia de género, a partir de entrevistas con mujeres que han sido acogidas y ayudadas en el Centro de Recuperación de Mujeres Maltratadas más antiguo de España.
UNA PELÍCULA
Banda sonora para un golpe de estado, de Johan Grimonprez (Filmin)
Se trata de un collage visual y musical, confeccionado sobre todo a partir de archivos sobre el jazz, los servicios secretos y la historia del Congo, que con un ritmo impresionante explica el paso brutal del colonialismo al neoimperialismo. Particularmente recomendable en estos momentos en que Estados Unidos se despide al parecer del poder blando, entre otras cosas.
UNA SERIE
Adolescencia (Netflix)
El éxito más inesperado de Netflix desde El juego del calamar es una gran serie realista sobre esa dimensión paralela de la adolescencia que ocurre en las redes sociales. Durísima en su guion, rodada en difíciles planos secuencia, muy bien interpretada tanto por los adultos como por los jóvenes, aúna virtuosismo formal y conversación social. Ya está siendo vista en los institutos, como posible lugar de encuentro entre generaciones que hablan idiomas distintos. Un intento de esperanto a través del arte.
UNA WEB
El otro día recibí un email de los responsables de este proyecto digital, de esta exposición virtual, de este laberinto interactivo, en el que participé durante la pandemia con mi videoensayo “Las ventanas”, en que me decían que deberíamos tramar algo juntos de nuevo. Por eso regresé a la web del Thyssen y estuve un rato leyendo, mirando videos (como el de Marta Sanz), recorriendo de nuevo esta topografía interesante y encantadora. Que te recomiendo.
[IMAGEN + PALABRAS]
Por Marilena De Chiara, cuyas traducciones de Los prometidos (Galaxia Gutenberg), de Alessandro Manzoni, y Breve elogio de Dante (Acantilado), de Boccaccio, acaban de llegar a librerías:
«El cabello negro y juvenil, dividido por encima de la frente con una finísima raya blanca, se enroscaba detrás de la cabeza en múltiples círculos de trenzas, atravesadas por largos alfileres de plata que se repartían alrededor de la cabeza, casi como los rayos de una aureola»: Lucia, la prometida de Renzo, está lista para la boda. No sabe todavía que la celebración no ocurrirá, en su mirada secreta traslucen inocencia y pudor, la ilusión del comienzo captada por el artista turinés Francesco Gonin (1808-1889). Cada una de las 443 ilustraciones que plasmó para la edición definitiva de Los prometidos (1942) gravita alrededor de indicaciones precisas de Alessandro Manzoni (1785-1873). La dimensión visual articula, de hecho, la geografía simbólica de la novela y se encarna en los detalles, movilizando la imaginación y dibujando el escenario emocional. Y la mirada del autor hacia sus personajes tiñe el campo y los montes, los hogares propios y ajenos, las iglesias, los conventos y las bibliotecas, la ciudad de Milán invadida por la peste, la complejidad y la intimidad de las relaciones, el silencio y el perdón, porque es memoria y promesa de futuro en el presente. Como la de Lucia, como la nuestra, en cada lectura.
En estos quince días ha habido bastante movimiento a partir de mis libros: una reseña de Todos los museos son novelas de ciencia ficción; y otra de Librerías; una alusión a Teleshakespeare en este excelente reportaje de ICON de El País sobre las intros de las series para el que me pidieron mi opinión (hablé, por supuesto, de la de Severance); este programa de “Entre dos luces” de RTVE que es ni más ni menos que la banda sonora de Librerías (gracias, Tamara Crespo); y este otro de La Ventana de la Ser sobre las librerías de barrio; además de un despliegue impresionante sobre Membrana en este suplemento cultural de Brasil.
Mi nueva columna en la revista ecuatoriana Mundo Diners trata sobre curar el futuro, en vez de distopiarlo (se puede leer gratis aquí). Y en La Vanguardia publiqué esta columna sobre Ryoji Ikeda y Andy Warhol; “Los pioneros del arte digital”, un reportaje sobre la exposición Electric Dreams de la Tate Modern de Londres; una opinión sobre el mismo tema unos días más tarde: “El algoritmo y sus alucinaciones”; y hoy mismo, en portada, un artículo sobre el falso filósofo chino que en verdad era un editor italiano co-escribiendo con IA.
El próximo martes a las siete, en la Casa del Llibre del Paseo de Gracia de Barcelona, presento con Anna Giralt Gris y los autores La imaginación artificial. La imagen más allá de la imagen (Cátedra), de Josep Maria Català Domènech y Jorge Caballero Ramos. El miércoles 9 viajo a Pamplona para dar en Civican una conferencia sobre escritura e inteligencia artificial (a las siete también). El sábado 12 a las 13.30 presentaré en Pérgamo de Madrid Librerías con un vermut, después de participar en el homenaje colectivo a Martín Caparrós, y lectura en voz alta, en el Ateneo (una iniciativa de Edu Galán, entrada gratis, a las 12).
Este mes mandaré Solaris el primer y tercer domingo, porque la Semana Santa y Sant Jordi alteran las lógicas habituales (pero si vivís en Barcelona estad atentos a las redes sociales de la editorial Candaya, porque el domingo 20 inician las actividades, y tanto el Máster en Creación Literaria como yo mismo estaremos presentes). Y después viajaré Cali y Bogotá, Colombia. Todos los detalles en quince días. Envío ese boletín, por cierto, un poco antes de lo habitual porque me voy a Calonge, poble de llibres, donde de 12 a 13 horas haré de librero VIP (doble sic: por lo de VIP y por trabajar en domingo).
Nada más que añadir, su señoría.
Un abrazo,